Además de sus nueve sinfonías, podemos encontrar en el opus de Bruckner un cuarteto y un quinteto de cuerda, varias misas y más de treinta motetes.

Bruckner es al sinfonismo lo que Wagner fue a la ópera. Algunos elementos que se pueden aplicar a sus sinfonías son: la densidad, la duración de las obras, la utilización de la orquesta… entre muchos otros.

Bruckner es austriaco. Nace en Ansfelden y muere en Viena. Desde 1837 fue cantor en el Monasterio de San Florián, lugar en el que ocho años más tarde fue profeso y organista. En 1855 pasa a ser el organista de la Catedral de Linz.

Durante este primer periodo de su vida se dedica a componer fundamentalmente obras sacras, influenciado por la música de Meyerbeer y Mendelssohn. Es a partir de 1860 cuando descubre la música de Wagner, la cual ejerce una gran impresión sobre el bueno de Anton.

Bajo la influencia de las nuevas sonoridades armónicas* de Wagner, Bruckner empieza a componer en 1863 sus primeras sinfonías. Aquí nos encontramos dos curiosidades: la primera es que el genio austriaco no paraba nunca de revisar sus sinfonías, hasta el punto de que de todas ellas hizo al menos una segunda versión al final de su vida; la otra curiosidad es que la primera sinfonía es de 1865, pero en 1863 y 1864 había compuesto
otras dos, que actualmente se conocen como la Cero cero (1863) y la Cero (1864).

Además de sus nueve sinfonías, podemos encontrar en el opus de Bruckner un cuarteto y un quinteto de cuerda, varias misas y más de treinta motetes.

 

Anecdotario

¿Sabía que… lo que más caracterizaba la personalidad de Bruckner era su humildad? Solía decir que él componía “para el buen Dios”, y nunca dejó de estudiar para mejorar su técnica compositiva, aunque las malas lenguas decían que lo hacía para superar sus inseguridades. De hecho, aceptaba críticas y sugerencias para modificar sus obras por parte de algunos que le ridiculizaban a él y a su trabajo.

Cuando Bruckner se acercó al administrador de la Orquesta Filarmónica de Viena con la intención de estrenar su Sinfonía nº 4, este le dijo: “¿Sabe lo que tiene que hacer usted con su sinfonía? ¡Tirarla al cesto de la basura, porque no merece estar en ningún otro sitio!”. Por suerte para todos nosotros, su sinfonía fue estrenada, y con éxito.

Bruckner fue considerado “un campesino ignorante que nunca hallaría su lugar en Viena”. Sin embargo, sus sacrificios, su esfuerzo, su tenacidad, su talento y su sensibilidad le llevaron a conseguir títulos que ninguno de sus contemporáneos consiguió.